Escrito por Vicdan Merter, orientadora de vida de Estambul, Turquía.
Mi viaje a Ruanda empezó con un sueño que tuve en 2015, cuando Arndt Soret, el director general de Humanium, un par de amigos y yo nos reunimos por un interés común: Crear hogares para los niños. Fue la primera vez que pensé en la posibilidad de ir a Ruanda con la causa de Humanium: Hacer posible los derechos de los niños. En el 2019 hice mi segundo viaje a Ruanda con Humanium y AVSI, una ONG local asociada a Humanium.
Ruanda es un pequeño punto en el centro de África. Es un país con una gran historia y un hermoso paisaje, de ahí el título de “el país de las mil colinas”. Cuando visité Ruanda por primera vez, me sorprendí de su naturaleza tropical y de la cordialidad y la gentileza de las personas. Una nación con la experiencia de un lamentable genocidio y, a causa de ello, el 90 % de las personas se encuentran traumatizadas. Hay una gran intención de dejar ese estigma en el pasado y crear una comunidad de NOSOTROS: La unidad. Esto lo apreciarás en su cultura de colaboración, aceptación, firmeza y hospitalidad. La comunidad valora el apoyo, visible en prácticas como:
- Cada mes, en el “día de la comunidad” los ruandeses limpian las calles, las ciudades, y reparan las vías. Es un servicio de una nación a su país. El sábado, había poco tráfico en las calles, ya que todos estaban ocupados con el servicio comunitario hasta las 11:00 a.m.
- Hay líderes comunitarios, amigos y representantes de las familias que asisten a los aldeanos cuando era necesario. AVSI, que cuenta con un gran apoyo por parte de Humanium, formó tales grupos.
- Las escuelas en las que Humanium está presente tienen comités establecidos que están conformados por los representantes de clase. Los seleccionados se encargan de cuidar a los compañeros con mayores necesidades.
- Ahora existen varias guarderías, de las que se encargan los padres de familia por turnos. Así, las madres pueden dedicarse a sus cultivos o a cualquier otra actividad de subsistencia.
- Casi no hay orfanatos. El país construye casas para los huérfanos, y las familias, con el apoyo del gobierno local, adoptan niños que lo necesitan. Una mujer me dijo que había adoptado un niño de cuatro meses de edad que fue encontrado en la calle y ahora cuida de él y de su propia niña.
Ruanda se apoya en el poder de la unidad y la colaboración; la gentileza y el ofrecimiento de ayuda son un regalo del post-conflicto, lo que parecerá una paradoja, pero no lo es. Por naturaleza, los seres humanos son creativos y recursivos para crear con intención.
El reto más grande al que se enfrenta Ruanda es la pobreza y el hambre, y su impacto en los derechos de los niños. Hay muchas aldeas sin electricidad y agua. No obstante, apreciar una disminución en la tasa de pobreza es algo positivo. Y vemos líderes comunitarios y familias que se centran en hacer posible los derechos de los niños. Me complace ver que los padres dan prioridad a la educación y que los líderes comunitarios participan activamente en la protección de los niños, la libertad de expresión y los derechos de identidad.
Asimismo, se hacen esfuerzos para dar sustento a través de la formación profesional (sastres, peluqueros), cooperativas de artesanos, jardines de vegetales y familias que tienen sus propias aves de corral o cabras. Me doy cuenta de que esto mejora la alimentación de los niños. Hay un llamado a apoyar la microfinanciación para los esfuerzos de Ruanda.
Durante tres horas de talleres con varios grupos, líderes comunitarios, padres de familia, madres jóvenes, estudiantes y profesores, abordamos muchas de las problemáticas que Ruanda enfrenta relativas a los derechos de los niños.
Cuando mostramos el mapa de niños elaborado por Humanium, Ruanda aparece en rojo (2 en una escala de clasificación de 1 a 5). Luego de todos estos años de la interacción de Humanium y AVSI con las comunidades, todos son conscientes de los 8 derechos de los niños que estamos defendiendo. La sensibilización respecto a los derechos de los niños se efectúa por medio de juegos de roles, donde cada grupo revela su problema más grande sobre derechos de los niños en su entorno. A pesar de la barrera lingüística, ya que nos comunicamos con la ayuda de un intérprete, los juegos de roles son un gran canal para entender la esencia de nuestros temas. Nuestros talleres están diseñados para asegurarnos de que las personas sean escuchadas y se sientan vistas. De esta manera, veo que su salud mental empieza a mejorar. Esta es una forma única de comunicación y de generar empatía. Generamos confianza y conexión, y tocamos el corazón de las personas. Muchos de ellos tienen muchas dificultades en sus viajes de vida. Vemos nuestro papel como compañeros por el camino que falta para mitigar el sufrimiento. ¡Afrontémoslo, ellos sufren! Y lo que pretendemos es darles esperanza en ese sufrimiento, empoderarlos para crear su futuro, permitirles ser vulnerables con sus dificultades y pedir ayuda cuando se necesite. Creamos un ambiente de unidad en nuestros talleres, donde sienten que no están solos, que reciben apoyo, que importan y que reciben cuidados. Hay un gran aprecio en la cultura de estar ahí para el otro. Eso da poder; les da esperanza y los aleja de la depresión.
Cuando recuerdo mi día 15 en Ruanda, cuando recorrimos kilómetros de una ciudad a otra y de una aldea a otra, aunque puede sonar como una gota en un océano, siento gratitud de estar en contacto con esos grandes corazones y esparcir esperanza mágica en sus vidas. He escuchado historias que me conmueven. Tuve momentos con circunstancias difíciles y estuve fuera de la zona de confort. Al mismo tiempo, tuve momentos de felicidad cuando vi esperanza y aprecio en sus ojos, en sus sonrisas y en sus bailes y canciones.
Mi deseo para Ruanda es que la colaboración continúe como ahora y que se responsabilicen por sus propias vidas en la búsqueda de mejores derechos para los niños. Provocamos pequeños cambios en su forma de pensar, y creo que, a partir de ese momento, ganaron poder para crear su propio futuro. Tras escuchar sus compromisos, confío en que le digan SÍ a la vida y SÍ a la responsabilidad. Eso me inspira a trabajar más y regresar a Ruanda.
Traducido por Felipe Chávez