La niñez en las zonas urbanas

La malnutrición, la inequidad en el sistema de salud, la desigualdad en las oportunidades educativas, la contaminación atmosférica, el tráfico vehicular y los entornos violentos y abusivos son algunos de los graves problemas que afectan a los niños y niñas que viven en las zonas urbanas. A pesar de que los entornos urbanos proporcionan a la población servicios de calidad y oportunidades, gran parte de ella se deja de lado, y, con ello, también a los niños como grupo más vulnerable.  

Definición de zona urbana

A pesar de que no existe una definición universalmente aceptada de «zona urbana», este término se define a menudo por contraposición al término «zona rural». Esta distinción está fundada en la suposición de que las zonas urbanas «proporcionan un modo de vida distinto y, por lo general, un mayor estándar de vida que las zonas rurales» (Organización de las Naciones Unidas, 2017).

De hecho, en varios países desarrollados, dicha distinción es más difusa y «la diferencia principal entre las zonas urbanas y las rurales en cuanto a los estándares de vida suele basarse en el nivel de concentración o densidad demográfica» (Organización de las Naciones Unidas, 2017). Por el contrario, está comprobado que la diferencia entre las zonas urbanas y las rurales es menos significativa en los países en vías de desarrollo (Organización de las Naciones Unidas, 2017). 

Las zonas urbanas se describen a menudo como áreas con una densa infraestructura avanzada, como casas, edificios comerciales, autopistas, puentes y ferrocarriles (Revista National Geographic, 2023). Comúnmente, una zona urbana puede referir a pueblos, ciudades y suburbios (Revista National Geographic, 2023). Con frecuencia, estas zonas se asocian a los siguientes aspectos:  población numerosa y concentrada, infraestructura y servicios desarrollados, así como crecimiento económico (ONG Save the Children, 2012). 

Se estima que de cuatro mil millones de personas que residen en zonas urbanas, alrededor de un tercio son menores y se calcula que, para el año 2050, del total de niños y niñas, alrededor del 70 % estará también viviendo allí; de ellos muchos residirán muy probablemente en zonas marginales (Iniciativa Ciudades Amigas de la Infancia, s.f.). Los niños que viven en la ciudad se enfrentan a luchas cotidianas y a condiciones de vida difíciles, que oscilan entre la malnutrición y la exposición a entornos violentos y abusivos

Factores de riesgo para los menores que residen en zonas urbanas 

Malnutrición infantil 

La causa principal de la inseguridad alimentaria urbana está vinculada a la falta de ingresos suficientes o constantes en los hogares. Esta escasez es causa de las altas tasas de desempleo, los salarios bajos y el carácter impredecible de las contrataciones temporales (Global Alliance, Cities 4 Children, 2021). Dado que la alimentación representa una gran parte del presupuesto doméstico, cualquier disminuición en los ingresos o aumento en el precio de los alimentos impediría que los hogares en situación de pobreza se beneficiaran de una alimentación saludable, suficiente o adecuada para la vida cotidiana. 

La malnutrición infantil puede comenzar desde el útero y, en los niños, la malnutrición temprana «puede contribuir al deterioro del desarrollo cognitivo y generar una disminución del rendimiento escolar y de la productividad en la adultez» (Global Alliance, Cities 4 Children, 2021). Los niños que viven en hogares con bajos ingresos consumen dietas de mala calidad que generan déficit de nutrientes (Global Alliance, Cities 4 Children, 2021).

Por otro lado, debido a la escasez de alimentos y al hecho de que la comida callejera es, por lo general, más accesible para las familias de hogares con ingresos bajos, tanto adultos como menores son proclives a consumir alimentos con mayor densidad calórica que nutrientes, por lo que son más propensos a la obesidad (Global Alliance, Cities 4 Children, 2021). En los últimos tiempos, la malnutrición en las ciudades también se ha exacerbado por dos factores adicionales: la pandemia de la COVID-19 y el cambio climático.

La pandemia de la COVID-19 ha causado enormes declives en los ingresos de los hogares, ha generado una menor disponibilidad y accesibilidad a los alimentos nutritivos y ha contribuido al incremento de la malnutrición (Global Alliance, Cities 4 Children, 2021). Además, el cambio climático ha generado suelos contaminados, inundaciones, olas de calor y riesgos para la salud, que afectan de manera desproporcionada a los hogares con menores ingresos y da origen a medios de sustento precarios que contribuyen a una malnutrición que los niños padecen a largo plazo (Global Alliance, Cities 4 Children, 2021). 

Inequidad en los servicios de salud infantil

La concentración de población en las zonas urbanas densas va de la mano de la problemática de la inequidad en los servicios de salud infantil (Organización de las Naciones Unidas, 2016). Los niños tienen derecho a acceder al mejor estándar de salud que se pueda lograr y a los centros para el tratamiento de enfermedades y de rehabilitación (Convención sobre los Derechos de los Niños, 1990). Sin embargo, los menores que viven en las ciudades se enfrentan a marcadas desigualdades en relación con el acceso al agua limpia y a servicios sanitarios adecuados.

La calidad y el consumo del agua sigue siendo un «problema sanitario de vital importancia» (Organización de las Naciones Unidas, 2017). Un recuento de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha arrojado que «casi el 40 % de los habitantes urbanos no tienen acceso a los servicios de saneamiento gestionados de manera segura y muchos no tienen acceso adecuado al agua potable» (Organización Mundial de la Salud, 2021). Debido al crecimiento acelerado de la población en las zonas urbanas, de la planificación de ciudades y de las infraestructuras, no está siendo posible proporcionar agua y saneamiento adecuado a la mayoría de los residentes urbanos de los países en vías de desarrollo, lo que genera  «entornos insalubres y alta concentración de contaminantes en las aguas residuales» (ONU-Agua, s.f.). 

Aunque las ciudades alojan a la mayoría de los actuales centros de salud, muchos niños que viven en la ciudad son privados de estos servicios básicos (Unicef, 2012). El problema principal radica, una vez más, en el acceso de los hogares con menores ingresos a estos servicios.  Asimismo, cuando en la práctica estos servicios de salud son accesibles, los centros están a menudo «sobrepoblados, mal mantenidos y contaminados» (Unicef, 2012). Las zonas marginales de las ciudades son, en particular, áreas con alta incidencia de enfermedades transmisibles debido a la falta de condiciones sanitarias y, como consecuencia, la salud de los menores se ve afectada (Unicef, 2012).

Desigualdad de oportunidades educativas

Es derecho de todo niño tener acceso a la educación y se debería obtener mediante oportunidades igualitarias (Convención sobre los Derechos de los Niños, 1990). No obstante, la realidad refleja una imagen muy distinta. Según Unicef, «13,4 millones de menores en situación de pobreza que residen en las ciudades (…) tienen menos probabilidades de completar la escuela primaria que las contrapartes que viven en zonas rurales» (Unicef, 2018).

Existen varios factores que impiden que estos niños accedan a la educación. Principalmente, la pobreza, la malnutrición y la insalubridad son los factores que contribuyen a malograr el acceso de los menores a la educación (Unicef, 2012). Como se explicó en las secciones previas, estos factores afectan gravemente la calidad de vida de los niños que viven en la ciudad y da pie al ausentismo escolar.

Asimismo, las zonas urbanas tienden a reunir diversos grupos de individuos, «entre los que se incluyen las minorías étnicas, los refugiados, las personas internamente desplazadas  y los menores que pueden estar viviendo en situación de calle» (Unicef, 2012). En las ciudades, las disparidades entre estos grupos son mayores, y entre ellas se encuentra la disparidad en cuanto al acceso de los menores a la escolarización (Unicef, 2012).

Al principio, estos niños pueden enfrentarse a desafíos, de tal manera que no tendrán disponibilidad de opciones educativas adecuadas en su lengua nativa (Unicef 2012). Otro problema es la falta de registros oficiales de estos niños, lo cual les impide asistir a la escuela (Unicef, 2012). Los niños que interrumpen su ciclo educativo debido a sus difíciles contextos personales se enfrentan a una ausencia de programas que se adecuen a sus necesidades (Unicef, 2012). 

Peor aún, las opciones de educación pública son escasas en las zonas marginales (Unicef, s.f.), donde «las familias se enfrentan a la disyuntiva de, o bien pagar para que sus hijos asistan a escuelas privadas sobrepobladas y de mala calidad o bien retirarlos definitivamente de la escuela» (Unicef, 2012). Los gastos y matrículas escolares representan además una gran parte del presupuesto doméstico, de ahí que puedan dejar a los hogares con bajos ingresos y a sus hijos en circunstancias muy precarias (Unicef, 2012). 

Contaminación atmosférica y tráfico vehicular

Vivir en zonas urbanas acarrea otros peligros para la salud, como el de enfrentarse a la contaminación atmosférica y a un tráfico vehicular que provoca accidentes (Unicef, 2018; Unicef, 2012).

En particular, es la población de las ciudades con ingresos bajos la que se expone a mayor riesgo de contraer enfermedades respiratorias y demás problemas de salud a largo plazo» (Organización Mundial de la Salud, 2016). Respecto al tráfico vehicular, las cifras indican que los accidentes causados por el tráfico vial pueden ocurrir con más frecuencia en las zonas rurales debido a «el exceso de velocidad, la falta de una separación física entre carriles, las numerosas intersecciones, el mal mantenimiento de los arcenes y el uso de vehículos motorizados modificados con sobrecarga de pasajeros, entre los que se incluyen los niños que van a la escuela» (Unicef, 2022). 

La contaminación atmosférica en zonas urbanas densamente pobladas está registrada como la más alta hasta el momento y la OMS ha advertido que «la contaminación ambiental, compuesta de altas concentraciones de partículas pequeñas y finas es el mayor riesgo medioambiental para la salud, ya que causa al año más de tres millones de muertes prematuras en todo el mundo» (Organización Mundial de la Salud, 2016). Las poblaciones urbanas padecen de dos tipos de contaminación atmosférica: la contaminación del aire interior y la del aire exterior.

La contaminación interior es causada por el combustible que se usa en las cocinas domésticas (Organización de las Naciones Unidas, 2017). El uso de combustibles para cocinar en ambientes poco ventilados (muy común para los hogares con ingresos bajos) es uno de los factores que causa la contaminación interior (Unicef, 2012). La contaminación exterior es causada por los gases tóxicos que emiten los vehículos, aunque no se limita solo a este factor.

Sumado al empeoramiento de la calidad del aire de las ciudades, el tráfico vehicular también puede representar una amenaza física para los niños, sobre todo si no hay espacios de juego, aceras y pasos peatonales seguros (Unicef, 2012). El tráfico vial ocasiona numerosas lesiones en la población y estas «lesiones son la primera causa de muerte en personas de entre 15 y 29 años y la segunda entre niños de entre 5 y 14 años» (Unicef, 2012).

Entornos violentos y abusivos

Los niños que viven en zonas urbanas corren el riesgo de enfrentarse a entornos violentos y abusivos. Como se planteó anteriormente, los menores que viven en zonas urbanas están expuestos a la malnutrición y a la inequidad en el acceso a los servicios de salud y educación. Por sí solos, estos problemas son una preocupación grave, pero, en un plano general, también conllevan el riesgo de los menores de las ciudades a sufrir violencia y abuso. Desarraigados de un ambiente protector y saludable, los niños están «expuestos con frecuencia a varias formas de abuso, descuido, explotación y violencia en el hogar y en la escuela, en los sistemas de asistencia y de justicia, en el lugar de trabajo y en la comunidad» (ONG Save the Children, 2012). 

Los niños que trabajan en la calle o  en cualquier otra actividad están más expuestos a la violencia, ya que, la mayoría de las veces, se enfrentan a discriminación y maltrato por parte de adultos de la comunidad (ONG Save the Children, 2012). Tanto niños como niñas corren el riesgo de sufrir abuso sexual y explotación (ONG Save the Children, 2012).

Además, los niños que son obligados a trabajar a una edad temprana debido a la precaria situación económica de sus familias son expuestos a la explotación laboral. Según la OIT, alrededor de 115 millones de menores trabajan en condiciones peligrosas (Organización Internacional del Trabajo, 2010). En tales condiciones, la salud mental y física de los menores corre peligro.

Otro peligro al que se enfrentan los niños de zonas urbanas es la violencia por parte de grupos delictivos. Los niños pueden ser objeto o testigos de «robos, asaltos, conflictos comunales y asesinatos» (ONG Save the Children, 2012). Al hecho de estar expuestos a semejante violencia, se suma que los menores son incitados a unirse a grupos delictivos de la ciudad, lo que confiere a los niños un estatus, un determinado sentimiento de pertenencia y, más importante aún, protección, con lo que al mismo tiempo se exponen a «actividades delictivas, drogas y agresión sexual, entre otros tipos de violencia» (ONG Save the Children, 2012). Estas experiencias pueden dejarles secuelas tanto psicológicas como físicas (ONG Save the Children, 2012). 

Mejores oportunidades para los niños de las ciudades

Debido a la discriminación multidimensional e interseccional a las que los niños de las ciudades se enfrentan, los Estados y la comunidad internacional deberían encargarse de elaborar políticas adaptadas y centradas en los menores con el propósito de contrarrestar las diversas violaciones de los derechos humanos que sufren. Por este motivo, se deberían promover y respaldar las siguientes medidas: 

  • Priorizar el incremento de oportunidades laborales en las zonas urbanas para alcanzar especificidad en el nuevo plan estratégico (Consejo Económico y social de la Organización de las Naciones Unidas, 2020). 
  • Centrarse en abordar la malnutrición que padecen los niños que residen en zonas urbanas y crear abordajes exhaustivos para implementar los programas de nutrición (Unicef, 2020). 
  • Impulsar una cooperación estratégica a nivel global y regional para solucionar las condiciones de vida de los menores que viven en zonas marginales (Consejo Económico y social de la Organización de las Naciones Unidas, 2020). 
  • Garantizar que la calidad del aire de las ciudades se convierta en una prioridad sanitaria (Organización Mundial de la Salud, 2016). 
  • Movilizar a la comunidad para abordar la problemática de la violencia y el abuso que sufren los menores de las zonas urbanas e involucrar a los jóvenes, a sus familias, a la sociedad civil y a los gobiernos locales (ONG Save the Children, 2012).

Redactado por Moïra Phuöng Van de Poël

Corregido internamente por Aditi Partha 

Traducido por Marianella Bergami Mansilla

Revisado por Gisela E. Valdes

Última actualización el 23 de febrero de 2023

Referencias:

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