La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha marcado 2021 como el Año Internacional para la Eliminación del Trabajo Infantil, con el objetivo de fomentar acciones legislativas y políticas que erradiquen la lacra del trabajo infantil en todo el mundo. Sin embargo, a menos que se diseñen mecanismos adecuados para mitigar el descenso de los salarios del trabajo infantil, es probable que la prohibición del trabajo infantil resulte indeseable en los países pobres para muchas familias durante la recuperación de Covid-19.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) define el trabajo infantil como una violación flagrante de los derechos del niño, tal y como se estipula en el artículo 32 de la Convención sobre los Derechos del Niño, especificando que es » trabajo que es peligroso y prejudicial para el bienestar físico, mental o moral del niño; interfiere con su escolarización puesto que: les priva de la posibilidad de asistir a clases; les obliga a abandonar la escuela de forma prematura, o les exige combinar el estudio con un trabajo pesado y que insume mucho tiempo”. Además, define el trabajo infantil como «todo trabajo que priva a los niños de su niñez, su potencial y su dignidad” (OIT).
Trabajo infantil y Covid-19
En la última década se han logrado importantes avances gracias a la movilización internacional. Se ha producido un descenso del 38% en el trabajo infantil a nivel mundial; sin embargo, 152 millones de niños siguen trabajando (UNICEF , 2020) y la pandemia del Covid-19 no solo ha agravado significativamente esta situación, sino que amenaza con deshacer años de logros en la lucha contra el trabajo infantil (OIT, 2021). De hecho, como ocurre en la mayoría de las crisis, los más vulnerables de la sociedad son los que más sufren el impacto.
Se ha demostrado que un punto porcentual de aumento de la pobreza provoca al menos un aumento del +0,7% del trabajo infantil en determinados países (UNICEF, 2021). En tiempos de crisis, el trabajo infantil se convierte en un mecanismo de supervivencia para muchas familias y niños, especialmente los de comunidades pobres que corren un riesgo especial de explotación cuando los padres se hunden en la pobreza. Algunos pueden sentirse obligados a enviar a sus hijos al mercado laboral, mientras que otros que buscan empleo corren el riesgo de ser víctimas de trata para realizar trabajos forzosos (Foro Mundial de la Infancia, 2020).
Además, cada vez hay más pruebas de que el trabajo infantil aumenta con el cierre de las escuelas, afectando a más de mil millones de estudiantes en 130 países durante la pandemia (Il Sole 24 Ore, 2021). Cuando las escuelas vuelvan a abrirse, no todos los padres podrán permitirse enviar a sus hijos a la escuela. En consecuencia, las disparidades de género pueden aumentar, y las niñas son especialmente vulnerables a la explotación en la agricultura y el trabajo doméstico. De hecho, dado que garantizar la continuidad de la educación es aún más importante en tiempos de crisis, la UE está ayudando a que los niños vuelvan a la escuela y tengan la oportunidad de un futuro mejor. En concreto, la UE apoya a los países para que refuercen y amplíen sus regímenes de protección social a fin de ayudar a los más vulnerables a hacer frente al Covid-19.
De hecho, el riesgo de trabajo infantil es alto cuando los miembros de la familia trabajan en la economía sumergida, tienen unos ingresos bajos y no seguros y no tienen acceso a las prestaciones de desempleo, al seguro médico ni a ninguna otra forma de protección social. Además, durante el cierre de las escuelas por el Covid-19, la UE puso en marcha un proyecto denominado «Proyecto CLEAR Cotton» que fomentaba la reintegración de los niños trabajadores en la escuela, supervisaba su situación y formaba a los profesores en medidas sanitarias, estableciendo tutoriales también para los niños, para reducir el riesgo de contagio (Comisión Europea, 2020).
El Año Internacional para la Eliminación del Trabajo Infantil
La proclamación de 2021 como Año Internacional de la Eliminación del Trabajo Infantil fue aprobada por unanimidad en una resolución de la Asamblea General de la ONU en 2019. Uno de los principales propósitos de la iniciativa es instar a los gobiernos a implementar todas las medidas necesarias para alcanzar el Objetivo 8.7 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.
Este último pide a los Estados miembros que adopten medidas inmediatas y eficaces para erradicar el trabajo forzoso, poner fin a la esclavitud moderna y a la trata de seres humanos, garantizar la prohibición y la eliminación de las peores formas de trabajo infantil (incluido el reclutamiento y la utilización de niños soldados) y acabar con el trabajo infantil en todas sus formas para 2025. Este Año Internacional, repleto de acciones, sentará las bases para la V Conferencia Mundial sobre el Trabajo Infantil que se celebrará en Sudáfrica en 2022, en la que las partes interesadas compartirán sus experiencias y asumirán nuevos compromisos para poner fin al trabajo infantil en todas sus formas para 2025.
Las posibles consecuencias de un objetivo poco realista
Aunque es intuitivo y moralmente convincente que hay que eliminar las peores formas de trabajo infantil, es poco probable que prohibir todas las formas de trabajo infantil en los países pobres mejore el bienestar y puede ir en detrimento de la acumulación de capital humano. De hecho, el trabajo infantil no es ni mucho menos excepcional en muchas partes del mundo. El trabajo infantil se concentra en los países más pobres del mundo, donde alrededor del 25% de los niños realizan trabajos de explotación. En el África subsahariana, donde se encuentran 27 de los 28 países con menores ingresos del mundo, hay más niños trabajadores que en cualquier otro país (UNICEF, 2020). El trabajo infantil también es común en contextos frágiles en los que hay inseguridad o conflictos armados, como Libia, el Congo y, actualmente, la región de Tigray, en el norte de Etiopía.
La cuestión es que proteger los derechos de los niños trabajadores en lugar de prohibir el trabajo infantil sería un objetivo más realista y factible, aparte de un verdadero enfoque basado en evidencias. De hecho, para las familias con ingresos de subsistencia que no pueden depender de una red de seguridad social, una prohibición aplicada eficazmente puede ser devastadora (Forbes, 2019). Estas familias deben resignarse a una pobreza absoluta o ganar dinero con actividades que no se ven afectadas por la prohibición. En cualquiera de los casos, son los niños los que soportan la pérdida de dicha prohibición (The Guardian, 2015).
Así como es un hecho que las peores formas de trabajo infantil deben ser prohibidas, también es cierto que cualquier prohibición debe ofrecer alternativas: nuevas fuentes de ingresos para los padres, servicios para las familias, técnicas agrícolas innovadoras para garantizar la seguridad alimentaria y escuelas accesibles para los niños (Forbes, 2019). Una prohibición sin las alternativas necesarias es ingenua, y los programas que abordan la pobreza mientras ignoran la realidad actual del trabajo infantil son miopes. De hecho, como ha declarado el profesor Tatek Abebe, catedrático de Estudios sobre la Infancia en la universidad noruega de Ciencia y Tecnología de Trondheim, «eliminar el trabajo infantil como resolución sin abordar los problemas estructurales fundamentales de la pobreza y la desigualdad no tendrá éxito» (Reuters, 2021).
¿Qué se puede hacer?
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) y UNICEF han publicado un informe: «La COVID-19 y el trabajo infantil: un período de crisis, una oportunidad para actuar», en el que aportan varias propuestas para contrarrestar dicha prohibición, y que son: mayor protección social, facilitar el acceso al crédito por parte de las familias pobres, promover el trabajo decente entre los adultos, medidas de recuperación escolar, incluida la eliminación de las tasas de matrícula, más recursos para las inspecciones en el lugar de trabajo y la mejora legislativa.
A pesar de ello, a menudo se piensa que esto no es suficiente y que el sistema internacional debería centrarse en el bienestar de los niños en vez de en la eliminación del trabajo infantil. De hecho, hay una carta abierta de más de 100 expertos que piden a la ONU, a UNICEF y al Comité de la CDN, como principales supervisores de la CDN, junto con la OIT, que faciliten un diálogo más inclusivo entre los gobiernos, las agencias de la ONU, los donantes, las ONGs, los investigadores y los propios niños trabajadores (Open Democracy, 2021). Antes de aspirar a eliminar toda forma de trabajo infantil, hay todo un sistema económico mundial que revisar para poder abarcar todas las fragilidades y dinámicas de las familias.
Humanium, como organización, trabaja activamente en proyectos destinados a eliminar el trabajo infantil. En colaboración con Hand in Hand India, Humanium se ha propuesto acabar con el trabajo infantil a través de la educación, ofreciendo a los antiguos niños trabajadores del Centro Residencial de Formación Especial de Madhya Pradesh (India) un apoyo educativo, físico, mental y emocional a medida y, en última instancia, reintegrándolos en las escuelas públicas. Si desea apoyar a Humanium en su labor, por favor, considere la posibilidad de hacerse socio, apadrinar a un niño o hacer una donación.
Escrito por Federica Versea
Traducido por Alba Montes Reguero
Bibliografía:
European Commission. (2020). International Partnerships. Retrieved from European Commission.
Forbes. (2019). Why Can’t We Ban Child Labor? Knee-Jerk Solutions Won’t Work. Retrieved from Forbes.
Global Child Forum. (2020). Covid-19 and child labor. Retrieved from Global Child Forum.