Niños y niñas tienen derecho a crecer en un entorno de felicidad, amor y comprensión. Sin embargo, esta no es siempre la realidad de sus vidas. El desarrollo apropiado de la niñez se ve obstaculizado por los desafíos que supone la violencia, la pobreza y las limitaciones educativas. En tales circunstancias, los Estados tienen la obligación de elaborar medidas de protección y apoyo a la niñez, así como brindar acompañamiento a los padres en su cuidado.
La definición de familia según la CRC y su relación con los derechos de los niños
Según lo establecido en la Convención sobre los Derechos del Niño (CRC, por sus siglas en inglés) la familia es “el grupo fundamental de la sociedad y el medio natural para el crecimiento y bienestar de todos sus miembros, particularmente el de los niños y niñas”. La CRC hace especial hincapié en el derecho de los niños a crecer en un entorno familiar seguro, enriquecedor y, de preferencia, al cuidado de su familia.
En este particular, los Estados deben brindar apoyo a las familias en el cuidado de los niños poniendo en práctica medidas económicas y sociales que permitan, por un lado, mejorar las prácticas de crianza y por el otro, supervisar las situaciones en que los padres no prestan suficiente atención a la protección y bienestar de los menores. En cualquiera de los casos, los niños y niñas tienen el derecho a ser protegidos y la intervención de los Estados debe regirse por el principio del interés superior del niño.
La diversidad de los modelos familiares
Se puede definir a la familia como dos o más personas unidas de manera biológica, adoptiva, matrimonial o emocional. Por ello, cada familia es diferente a las demás. Los modelos familiares más comunes incluyen (Better Help, 2024):
- Familia nuclear: aquella compuesta por dos progenitores, por lo general unidos en matrimonio o en uniones de hecho, y sus hijos. Las familias nucleares tienen con frecuencia uno o más hijos, que pueden ser biológicos o adoptivo, pero la noción principal es que ambos padres crían a sus hijos en el hogar familiar.
- Familia homoparental: aquella familia en la que los niños son criados por una persona LGBT soltera, por una pareja de distinto sexo en la que al menos uno de los miembros es LGBTIQ o por parejas del mismo sexo.
- Familia monoparental: aquella compuesta por un solo progenitor y uno o más niños. En estos casos, el progenitor nunca se casó, enviudó o se divorció.
- Familia extendida: aquella compuesta por dos o más adultos unidos de forma biológica o matrimonial, acompañados con frecuencia por niños. Esto a menudo incluye a tías, tíos, primos u otros parientes que conviven bajo el mismo techo.
- Familia reconstituida: aquella compuesta por la unión de dos familias separadas. Esto ocurre de distintas formas, ya que puede ser la unión de dos progenitores divorciados con uno o más hijos, o un progenitor divorciado con hijos que se une en matrimonio con una persona sin hijos.
- Familia de abuelos: aquella en la que uno o más abuelos se dedican a la crianza de uno o más nietos.
- Familia coparental: aquella que ocurre en casos de separación o divorcio de los progenitores, quienes deciden continuar una crianza conjunta a pesar de la separación de pareja. En lugar de reclamar la custodia de los niños ante un tribunal, los padres toman la decisión de trabajar juntos para brindar lo mejor a sus hijos.
- Familia adoptiva: aquella en la cual se recibe a un niño que ha nacido en otra familia y se lo adopta como propio ante la ley.
- Familia de acogida: aquella en la que la pareja acoge a un niño de forma temporal, sin convertirse en sus padres ante la ley.
- Familia sin hijos: aquella en la que la pareja no desea o no puede tener hijos. En un mundo de diversidad de familias y sus dinámicas, estas familias suelen ser olvidadas o no incluidas.
Más allá de los distintos modelos familiares, lo primordial es que el entorno familiar brinde protección, afecto y apoyo a los niños y niñas en el proceso de alcanzar su máximo potencial mediante su desarrollo armónico.
Los desafíos que enfrentan las familias y los niños
Aunque lo ideal y natural es que el entorno familiar sea un espacio de alegría, afecto y compresión durante el crecimiento de los niños y niñas, no es esto lo que siempre ocurre. Debido a las circunstancias específicas de su vida o entorno hogareño, hay niños y niñas más expuestos que otros a un mayor riesgo de ser objeto de maltratos físicos y/o emocionales.
La violencia y el abuso infantil
Cada año, la violencia contra los niños afecta aproximadamente a tres cuartas partes de los niños del mundo, mientras que alrededor de 300 millones de niños de entre 2 y 4 años de edad son sometidos regularmente a una disciplina violenta por parte de sus cuidadores. La violencia prevalece en el entorno familiar ya que con frecuencia se la considera un recurso aceptable o incluso necesario en la enseñanza del comportamiento correcto de los niños.
Por el contrario, las investigaciones demuestran que las experiencias de violencia a temprana edad en los niños y niñas conllevan una gran variedad de consecuencias negativas para su desarrollo, ya sea físico, cognitivo o de salud mental a lo largo de toda su vida. Por otra parte, en tales casos, aumenta el riesgo de que un niño perpetre (en el caso de los niños) o sufra (en el caso de las niñas) violencia en el futuro.
En este sentido, es importante recordar la práctica de castigos corporales. En base a datos más recientes, son solo 65 Estados los que han implementado la prohibición total de castigos corporales en todos los ámbitos, incluidos el hogar, los cuidados alternativos, las guarderías, las instituciones penales y las condenas por delitos.
Por otra parte, 27 países se han comprometido a introducir modificaciones a sus respectivas legislaciones para implementar la prohibición total. Siendo más específicos en relación con la prohibición de los castigos corporales en el hogar, son únicamente 66 los países que han implementado la prohibición total, a diferencia de los 133 Estados que aún no prohíben tan nociva práctica (End corporal punishment, 2022).
La pobreza
Según las estadísticas más recientes, en 2022, un 24,7 por ciento de niños menores de 18 años en la Unión Europea estaban en riesgo de pobreza o exclusión social (Eurostat, 2023). Uno de los principales criterios para determinar si un niño vive en la pobreza son los ingresos del hogar, ya sea en términos de salario o de beneficios sociales. Sin embargo, la pobreza no es solamente una carencia económica. Es un rasgo multidimensional que constituye una de las causas principales de las violaciones a los derechos de los niños y niñas en Europa.
Está vinculada a la exclusión social y a la falta de acceso a servicios básicos, como el cuidado de los niños, la educación de calidad y una vivienda óptima. En el caso particular de los niños y niñas, incluye la imposibilidad de participar en actividades sociales y culturales con sus padres (Save the Children, 2014).
Así, es posible que los niños que provienen de entornos de carencia no accedan a las mismas oportunidades que otros niños de su edad. Muchos de ellos deberán tener trabajos de medio tiempo a la par de sus estudios, no podrán acceder a los mismos materiales o se perderán paseos con sus amigos simplemente porque no pueden costearlos. Estos niños y niñas deberán hacer un esfuerzo superior para sortear los obstáculos que se interponen en la vida moderna.
Vivir en hogares pobres puede hacer que los niños se sientan desiguales a sus compañeros y, en consecuencia, desesperanzados de encontrar el trabajo deseado. Probablemente sentirán que deben hacer el doble de esfuerzo para lograrlo. Asimismo, las preocupaciones financieras pueden generar mayor conflicto entre los padres o hacerles perder la paciencia con mayor facilidad, lo que va fomentando un entorno tóxico para el menor (The Children’s Society, 2024).
El aspecto financiero también incide en la salud mental del niño: las limitaciones económicas ante la necesidad de recibir terapia psicológica o la distancia a la que se encuentran estos servicios pueden obstaculizar la búsqueda del apoyo adecuado.
Los obstáculos en la educación
Los padres desempeñan un papel fundamental en la educación de los niños y niñas, ya que son sus primeros y más importantes educadores. Las investigaciones han demostrado que la educación parental es un indicador contundente de los logros académicos de los niños, así como del rendimiento escolar y del desarrollo de sus habilidades físicas, cognitivas y relacionadas con la salud mental (Tamayo Martinez et al., 2022).
En este aspecto, la falta de educación de los padres tiene consecuencias muy importantes conforme a su capacidad de enriquecer el desarrollo de sus hijos. En cuanto a las tareas escolares, los padres que tienen menor nivel educacional tienen menos posibilidades de brindar suficiente apoyo académico a sus hijos.
En cambio, los padres que han recibido una mejor educación tienen mayores posibilidades de brindarles el apoyo adecuado. Según las estadísticas más recientes, en 2022 en la Unión Europea, sólo un 10,2 por ciento de los niños menores de 18 años con padres de un alto nivel educativo estaban en riesgo de pobreza o exclusión social frente al 61,9 por ciento en el caso de los niños cuyos padres tenían un nivel de educación inferior.
La protección y los vacíos legales
A fin de prohibir la violencia, algunos países han implementados reformas constitucionales y otros han incluido nuevas disposiciones en los códigos de familia, de protección infantil y legislaciones contra la violencia doméstica. En este ámbito, es fundamental que dicha prohibición esté respaldada por disposiciones detalladas en legislaciones específicas, tanto para abordar formas de violencia concretas, como la explotación y el abuso sexual, la trata o las prácticas tradicionales nocivas, como también para abordar la violencia en entornos específicos, tales como las escuelas, las instituciones de asistencia y justicia y el hogar (ONU, 2024).
Algunos países como Austria, Irlanda, Mongolia, Kenia, Laos, Perú y Suecia han implementado la prohibición general de la violencia contra los niños. En concreto, en 1979, Suecia se convirtió en el primer país en incluir una prohibición explícita del castigo corporal como disciplina por parte de los padres a sus hijos. Por su parte, Irlanda incluyó una prohibición para todas las formas de castigo corporales hacia los niños en 2015 (ONU, 2024).
A pesar de los cambios implementados en los últimos años, queda aún mucho camino por recorrer. Las legislaciones deben, como mínimo, establecer límites en la tolerancia social y legislativa hacia la violencia en todos los países, realizar inversiones en los planes de intervención que serían aplicados a la mayor cantidad de niños y niñas posible, sin importar dónde estén, además de prevenir la amplia gama de formas de violencia existentes y supervisar constantemente el proceso (World Vision, 2019).
Las soluciones y los planes de intervención
La familia puede ser un ambiente de enriquecimiento para los niños, pero puede a la vez representar una serie de desafíos y amenazas para su desarrollo.
En cuanto a la violencia contra los niños, es primordial garantizar que los marcos legislativos prohíban todas las manifestaciones de violencia contra menores, así como brindar acceso a servicios de respuesta de calidad para los niños que sufren violencia. Además de eliminar las desigualdades culturales, sociales y económicas que contribuyen a la violencia, es imperativo que se genere un cambio en las actitudes culturales que promueven el uso de la violencia (Prevention Collaborative, 2024).
Todos estos aspectos contribuyen a la erradicación de la pobreza infantil y facilitan el acceso de los niños y niñas a la educación. Los programas comunitarios de apoyo parental son fundamentales para ayudar a los padres en el proceso de crianza de sus hijos y en el desarrollo de sus habilidades como cuidadores. Por otro lado, es necesario que los profesionales que, en el ámbito del trabajo social, están en contacto con los niños reciban la capacitación necesaria para identificar posibles amenazas y apoyar a las familias.
En todas las circunstancias en que el niño o la niña no tenga acceso al acompañamiento y a los servicios necesarios, los Estados tienen la obligación de intervenir para garantizar que reciban el apoyo adecuado y que ninguno sea excluido. En el objetivo común de salvaguardar el desarrollo y bienestar de los niños, todos tenemos un papel fundamental que desempeñar.
Además, las organizaciones de la sociedad civil o CSOs, por sus siglas en inglés, cumplen un papel primordial en el apoyo a las actividades y planes de intervención destinadas a los niños. En la mayoría de los casos, complementan la labor de los Estados en la provisión de servicios orientados al desarrollo de sus capacidades sociales, relacionales, físicas y emocionales. Las ONGs también son fundamentales en la creación de proyectos piloto y en aunar las mejores prácticas que pudieran influir en las futuras políticas públicas.
Escrito por Arianna Braga
Traducido por Gracielita Escobar
Revisado por Gisela E. Valdés
Última actualización el 29 de marzo de 2024
Referencias:
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