Derecho a la Alimentación

El derecho a una alimentación adecuada es uno de los derechos humanos fundamentales. Si no tienen este derecho garantizado, los niños corren el riesgo de sufrir graves problemas de salud mental y física,  los cuales, en los casos más extremos, pueden llegar a poner en peligro su vida. Por lo tanto, los niños tienen derecho a tener acceso a una alimentación básica —el sustento mínimo  para sobrevivir, así como también a una comida «adecuada»: acceso a fuentes de comida sostenibles y nutricionales que les permitan llevar una vida sana. Sin embargo, estas dos necesidades se encuentran cada vez más en peligro. 

La inseguridad alimentaria global y su impacto en los niños

En 2023, el Programa Mundial de Alimentos calculó que más de 345 millones de personas sufrían de hambre severa, lo que supone un incremento alarmante de casi 200 millones desde 2020 (Programa Mundial de Alimentos de EE. UU., 2023). Los niños son los más proclives a padecer inseguridad alimentaria a nivel mundial: uno de cada cuatro niños vive en condiciones de pobreza grave durante la primera infancia, lo que supone un total de 181 millones de niños menores de cinco años (UNICEF, 2024).

Además, la proliferación de una cultura consumista en todo el mundo ha socavado los beneficios nutritivos de los alimentos a los que pueden acceder los niños. Al menos 340 millones de niños padecen «hambre oculta», caracterizada por carencias de vitaminas y minerales esenciales. Al mismo tiempo, 40 millones de niños menores de cinco años tienen sobrepeso y la prevalencia del sobrepeso y de la obesidad no para de aumentar, incluso en los países con ingresos más bajos (UNICEF, 2019).

Derecho a una alimentación adecuada en la infancia

Los derechos fundamentales de los niños a la alimentación y a una nutrición adecuada se encuentran plasmados en varias convenciones y normas internacionales de primer orden. Principalmente, en los artículos 24 y 27 de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño (CDN, 1989):

Artículo 24

  • Garantizar la prestación de asistencia sanitaria y médica.
  • Combatir las enfermedades y la desnutrición, incluido «… el suministro de alimentos nutritivos adecuados y agua potable salubre». 
  • Garantizar que todos los miembros de la sociedad, especialmente los padres y los niños, «tengan acceso a la educación y cuenten con el apoyo necesario para adquirir los conocimientos básicos en materia de salud y nutrición infantil…».

Artículo 27

  • Asegurarse de que los padres y las personas que tengan niños a su cargo «garanticen, dentro de sus posibilidades y medios económicos, unas condiciones de vida adecuadas para el desarrollo correcto del niño».
  • Garantizar que los distintos países «adopten medidas apropiadas para ayudar a los padres y a otras personas que tengan a su cargo niños…» «…proporcionarles asistencia material y un programa de apoyo, en concreto, en lo referido a la alimentación, ropa y vivienda».

Además, la meta 2.2 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas compromete a todos los Estados miembros a tener el objetivo de poner fin antes de 2030 a «todas las formas de malnutrición, incluso logrando, a más tardar en 2025, las metas convenidas internacionalmente sobre el retraso del crecimiento y la emaciación de los niños menores de 5 años, y también a abordar las necesidades de nutrición de las adolescentes, las mujeres embarazadas y lactantes y las personas de avanzada edad» (Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas, 2015).

Estos derechos están recogidos en el artículo 25 de la Declaración Universal de Derechos Humanos que, en virtud de las disposiciones que exigen un nivel de vida digno para todos, insta a los Estados a garantizar «el acceso a la alimentación…» y que esta sea «adecuada» (Asamblea General de las Naciones Unidas, 1948).

La inseguridad alimentaria y el entorno alimentario 

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura afirma que una persona padece inseguridad alimentaria cuando carece de «acceso regular a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para su crecimiento y desarrollo normales». Por tanto, los alimentos deben ser accesibles y suficientemente nutritivos. El hambre se define como «una sensación física, incómoda o dolorosa, causada por un consumo insuficiente de energía alimentaria» (UNFAO, s.f.).

Un entorno alimentario es un ecosistema dentro del cual se cosechan, preparan, distribuyen y consumen los alimentos. A grandes rasgos, estas estructuras pueden dividirse en tres categorías.

Entorno alimentario externo 

Los entornos alimentarios externos determinan los sistemas socioeconómicos, políticos y culturales que afectan a la oferta y la demanda de alimentos. Se tratan de lugares e instituciones que suministran alimentos, incluidas granjas, tiendas, mercados y otros proveedores, así como entidades que trabajan para incidir en la cadena de suministros, como empresas de publicidad e instituciones que intervienen en la legislación alimentaria (UNICEF, 2019).

Entorno alimentario personal 

El entorno alimentario personal se refiere a los factores a nivel familiar e individual que afectan a la capacidad de las personas para acceder y consumir alimentos de forma sostenible. Cabe citar, entre otros, las condiciones financieras, la proximidad geográfica a las fuentes de alimentos y los factores culturales (UNICEF, 1999).

Entornos alimentarios obesogénicos 

Los entornos alimentarios obesogénicos son aquellos en los que los alimentos saludables están limitados, ya sea en disponibilidad, accesibilidad (incluida la asequibilidad) o deseabilidad, lo que provoca problemas de salud en los niños. Estos entornos pueden verse exacerbados por las grandes campañas de marketing de los proveedores de alimentos nocivos para la salud, las raciones demasiado abundantes, la escasa regulación del etiquetado de los alimentos y la escasa o nula educación en materia de salud alimentaria. Estos factores, de forma individual o combinados, contribuyen a que los niños y las familias adopten conductas alimentarias poco saludables (UNICEF, 2019). 

Prevalencia de la inseguridad alimentaria y los entornos de alimentos poco saludables a nivel mundial

Inseguridad alimentaria

A nivel regional, África es el continente con mayor inseguridad alimentaria, con un 20,4 % de su población afectada por el hambre, frente a poco más del 8 % en Asia y el 6 % en Latinoamérica. En términos absolutos, se calcula que 385 millones de personas en Asia y más de 300 millones en África padecen hambre (UNFAO, 2024). Los niños se ven especialmente afectados; en todo el mundo, más de 148 millones de niños no disponen de suficientes alimentos ni tienen acceso a servicios adecuados de salud y nutrición (Acción contra el Hambre, 2024).

Además, se calcula que 45 millones de niños pequeños sufren desnutrición grave cada año (Children International, s.f.). En el marco de la cumbre del G7 de 2022, UNICEF destacó que la crisis mundial del hambre provocaba que un niño cada 15 minutos sufriera malnutrición grave, lo que pone en riesgo de muerte a más de 8 millones de niños (UNICEF, 2022). 

Entornos alimentarios no saludables

El continuo aumento de las deficiencias de vitaminas y minerales, junto con las crecientes tasas de obesidad, ponen de manifiesto el rápido incremento de entornos alimentarios poco saludables. UNICEF calcula que casi el 70 % de los niños no siguen la dieta variada necesaria para un desarrollo sostenible y sano. En términos económicos, las estimaciones más fiables sitúan el impacto de la obesidad mundial en torno a los 2 billones de dólares, casi el 3 % del PIB mundial y un «coste» equivalente al de los conflictos armados en el mundo o al consumo de tabaco (UNICEF, 2022). 

Causas y factores desencadenantes de la inseguridad alimentaria 

La inseguridad alimentaria en los niños puede deberse a diversas causas interrelacionadas como las siguientes:

Pobreza 

Las dificultades económicas son uno de los principales motores de la inseguridad alimentaria. Los niños que carecen de medios para comprar o adquirir suficientes alimentos adecuados corren el riesgo de sufrir desnutrición. Un informe de UNICEF de 2024 sobre la pobreza alimentaria en la infancia destaca que los niños que se encuentran en una situación de pobreza alimentaria grave carecen de muchos alimentos ricos en nutrientes y con frecuencia presentan dietas poco saludables y muy arraigadas (UNICEF, 2024). 

Cambio climático y catástrofes naturales

Las condiciones meteorológicas extremas provocadas por el cambio climático, como inundaciones, sequías, avalanchas de lodo e incendios forestales, pueden afectar drásticamente a la producción de alimentos en las zonas de cultivo y en aquellas que albergan alimentos naturales. Las catástrofes naturales también pueden sumir a las poblaciones en la pobreza al destruir sus entornos vitales.

Las estimaciones sugieren que el riesgo mundial de pobreza y desnutrición podría aumentar hasta un 20 % en los próximos 25 años si no se toman medidas para contrarrestar las tendencias actuales (Acción contra el Hambre, 2024). Aproximadamente el 80 % de las poblaciones más expuestas al hambre debido al cambio climático se encuentran en el África subsahariana y en Asia meridional y sudoriental, regiones que también cuentan con las comunidades más empobrecidas del mundo (Banco Mundial, 2022).

Conflictos bélicos

La principal causa de hambre en el mundo son los conflictos armados; no solo dañan las tierras cultivables y productoras de alimentos, sino que también afectan a las economías productoras y condenan a la pobreza a millones de personas vulnerables cada año (Acción contra el Hambre, 2024).  

Desempleo 

Los niños que viven en hogares en los que el sustentador o sustentadores principales están en situación de desempleo se encuentran a menudo en una situación de vulnerabilidad asociada a los efectos de la pobreza. La tasa de desempleo mundial se ha mantenido relativamente estable desde 2022, entre el 5,1% y el 5,3 % (Organización Internacional del Trabajo, 2024).  El desempleo puede fluctuar drásticamente y está intrínsecamente relacionado con otros factores socioeconómicos: en 2020 y tras la pandemia del Covid-19, el desempleo mundial se disparó hasta el 6,6 % (O’Neill, 2024).  

Contexto socioeconómico  

Los niños procedentes de entornos socioeconómicos desfavorecidos corren un mayor riesgo de sufrir inseguridad alimentaria. Según estudios realizados en Estados Unidos, existe una estrecha relación entre los salarios bajos, la segregación residencial y la falta de viviendas asequibles (Drewnowski, 2022).    

Alto coste de los alimentos o falta de acceso a los mismos  

El aumento de los precios de los alimentos y otros costes asociados, como el transporte, los impuestos y otros gastos cotidianos, impiden directamente que los niños tengan acceso a alimentos nutritivos. Las investigaciones realizadas en el Reino Unido tras la pandemia del COVID-19 mostraron un descenso interanual de la renta media disponible: en 2022 el 20 % más pobre del país tenía que gastar el 50 % de sus ingresos para poder acceder a la dieta saludable recomendada por el gobierno (The Food Foundation, 2023). 

Exclusión social

En las teorías de la exclusión social se describen las formas en que el acceso no equitativo a los derechos y los recursos de la sociedad da lugar a vulnerabilidades socioeconómicas, políticas y culturales. Una investigación de 2023 vincula este fenómeno a las disparidades sanitarias al mostrar las distintas maneras en que la discriminación puede conducir a la inseguridad alimentaria (Brady et al, 2023). La discriminación de este tipo puede llevar a la aparición de «puntos negros» residenciales, zonas urbanizadas o rurales que se ven marginadas y no se benefician de los mismos mecanismos de protección que otras partes de la sociedad.

Políticas deficientes 

En un mundo capitalista en auge, los legisladores nacionales e internacionales se esfuerzan por frenar las campañas de marketing de las empresas y la producción y distribución de alimentos poco saludables. Se necesitan mecanismos más firmes para limitar el papel del sector privado en la política alimentaria. UNICEF ha recomendado implicar al sector privado en la aplicación de las políticas que afectan a los niños, pero excluirlo de la elaboración de políticas para evitar conflictos de intereses (UNICEF, 2019). 

Factores socioeconómicos y culturales

Existen numerosos factores socioeconómicos y culturales que contribuyen a fomentar hábitos y prácticas alimentarias poco saludables. La omnipresente e incesante comercialización de alimentos poco saludables por parte de las empresas, reforzada por la proliferación de medios de comunicación social y de otro tipo al alcance de los niños, incita a estos a consumir alimentos procesados poco saludables y, al mismo tiempo, les ofrece a los padres y cuidadores una alternativa asequible para alimentar a sus hijos. 

Esto ha sido objeto de críticas por parte del relator especial de las Naciones Unidas sobre el derecho a la alimentación. Las costumbres religiosas y culturales también pueden fomentar hábitos alimentarios poco saludables: las dietas tradicionales no se apoyan en las investigaciones y datos actuales sobre los aspectos que constituyen una dieta saludable.

La importancia de estos y otros factores socioeconómicos se ve respaldada por la investigación de UNICEF de 2019, que indica que la pobreza alimentaria severa se sufre tanto en las familias pobres como en las ricas. Por ejemplo, las familias más ricas experimentan «pobreza de tiempo», por la que no siempre tienen tiempo suficiente para asegurarse de que los niños comen comidas caseras, bien equilibradas y nutritivas con regularidad (UNICEF, 2019).

Falta de educación alimenticia

Los niños son particularmente susceptibles a las estrategias de marketing emocional que emplean las empresas vendedoras de alimentos poco saludables. Además, los padres y cuidadores no siempre cuentan con la información necesaria para poder decidir qué alimentos son los más saludables para sus familias.

Por lo tanto, las campañas publicitarias manipulativas sobre alimentos están dirigidas desproporcionadamente a niños y familias de entornos socioeconómicos y culturales desfavorecidos, y se aprovechan de la falta de conocimientos y de mecanismos educativos inadecuados (UNICEF, 2019). Si las instituciones educativas y los gobiernos no informan lo suficiente sobre el acceso a una dieta sana, las comunidades pueden acabar alimentándose de manera poco saludable.  

Impacto de la inseguridad alimentaria 

La inseguridad alimentaria puede afectar de una manera devastadora e irreparable a los niños, lo que puede conllevar un impacto negativo en varios aspectos de su desarrollo.

Salud física

Los niños que no reciben una alimentación adecuada corren el riesgo de sufrir desnutrición, retraso del crecimiento, obesidad y muerte. En 2022 la Organización Mundial de la Salud informó de que «se estimaba que 149 millones de niños menores de cinco años sufren retraso en el crecimiento (una estatura demasiada baja para su edad), 45 millones padecen emaciación (un peso demasiado bajo para su estatura) y 37 millones tienen sobrepeso o vivían con obesidad».

Esto se suma a las causas de mortalidad analizadas: casi la mitad de las muertes de niños menores de cinco años están relacionadas con la desnutrición (Organización Mundial de la Salud, 2024). Ese mismo año, UNICEF observó que aproximadamente el 22,3 % de los niños menores de cinco años de todo el mundo sufrían retraso en el crecimiento, y que la mayoría de estos niños vivían en el sur de Asia y en el África subsahariana (UNICEF, 2023). 

El número de niños con obesidad en el mundo está también aumentando. Según la Organización Mundial de la Salud, «más de 390 millones de niños y adolescentes de 5 a 19 años tenían sobrepeso en 2022, incluidos los 160 millones que vivían con obesidad» (Organización Mundial de la Salud, 2024). Los niños con obesidad corren un mayor riesgo de desarrollar más enfermedades y problemas de salud mental, incluidos los trastornos de desarrollo: los niños con sobrepeso suelen obtener peores resultados en las pruebas cognitivas (UNICEF, 2019). 

La investigación también destaca la carga económica de la obesidad, que afecta tanto a las familias como a las comunidades. Aunque se suele asociar a los países occidentales, en 2022 las tasas más elevadas de niños menores de cinco años con sobrepeso se registraron en Oriente Medio y África del Norte: el 10,3 % de los niños menores de cinco años, frente al 8,6 % y 8,2 %, respectivamente, de América Latina y el Caribe, y América del Norte (UNICEF, 2023). 

Salud mental y desarrollo cognitivo

La inseguridad alimentaria atenta contra el desarrollo de los niños al exponerlos a mayores riesgos de padecer enfermedades mentales y perjudicar a su salud de forma  generalizada. La conexión entre la inseguridad alimentaria y los problemas de salud mental está bien documentada: una investigación de 2021 en Estados Unidos indicó que los niveles de inseguridad alimentaria altos se asocian con un aumento del 257 % en el riesgo de sufrir ansiedad, y del 253 % en el riesgo de padecer depresión (Fang et al, 2021).

Del mismo modo, una investigación de 2024 realizada en Reino Unido reveló que el 50 % de las personas encuestadas que padecían enfermedades mentales graves en el norte del país no tenían suficientes recursos para comprar alimentos (Bell, 2024). 

Escolarización y rendimiento escolar

La escuela ofrece a los niños la oportunidad de informarse sobre alimentos sanos y poner en práctica hábitos de alimentación saludables. Los programas educativos suelen hacer hincapié en la nutrición y enseñan a los niños lo importante que es seguir una dieta equilibrada y cuáles son los posibles riesgos para la salud asociados a los alimentos ultraprocesados.

En aquellos colegios en los que se ofrecen almuerzos gratuitos, estos pueden ser una fuente esencial de nutrientes: una histórica campaña llevada a cabo en 2020 en Reino Unido puso de manifiesto la gran importancia de los almuerzos escolares gratuitos para millones de niños del país. 

A su vez, los niños que proceden de hogares con seguridad alimentaria también tienen más probabilidades de no abandonar la escuela: estudios realizados en Estados Unidos ponen de manifiesto una tasa de absentismo mayor entre los niños con mayores índices de inseguridad alimentaria en el hogar (Coughenour et al, 2021). En muchas comunidades, la inseguridad alimentaria en el hogar también genera presiones financieras que llevan a los niños al trabajo infantil, lo que les impide asistir a la escuela y completar su período de escolarización. 

Estigma social

Las personas en situación de pobreza e inseguridad alimentaria se enfrentan a la discriminación, tanto social (por parte de quienes tienen prejuicios sobre las personas empobrecidas) como estructural (a través de programas de apoyo desiguales). Los planes de asistencia del gobierno pueden discriminar a los más necesitados al exponerlos a situaciones de vulnerabilidad.

Esto puede manifestarse de varias maneras: pueden sentirse humillados cuando acceden a los servicios de asistencia social, pueden ser objeto de exámenes intrusivos que escrutan su vida cotidiana y sus elecciones, y pueden enfrentarse a abusos de poder, como la explotación laboral de personas en una situación vulnerable por parte de las empresas contratadoras (Guardia & Lacko, 2021).

Consejos para apoyar el derecho a la alimentación de los niños 

Los gobiernos y los organismos regionales deben emprender distintas acciones para establecer entornos alimentarios sanos y sostenibles, de acuerdo con la Convención sobre los Derechos del Niño. Estos métodos deben priorizar el bienestar del niño y reconocer la importancia de la nutrición, especialmente entre las actuales poblaciones vulnerables. Como mínimo, los gobiernos deberían llevar a cabo las siguientes acciones (UNICEF, 2019):  

  • Desarrollar y aplicar políticas que garanticen a largo plazo alimentos accesibles y saludables, así como entornos alimentarios sostenibles.  
  • Elaborar e implementar políticas que garanticen la protección de los niños frente a campañas de marketing abusivas relacionadas con alimentos poco saludables.
  • Diseñar y adoptar políticas que garanticen el cumplimiento de las normas de la industria alimentaria y sancionen cualquier incumplimiento de las mismas.  
  • Establecer y llevar a cabo campañas educativas dirigidas a diferentes grupos de edad para fomentar la alimentación sana y la buena nutrición, y ayudar así a las familias y a los niños a controlar mejor su dieta.  
  • Procurar que los servicios médicos y sanitarios dispongan de los recursos necesarios para hacer frente a los efectos de la inseguridad alimentaria en la salud física y mental de los niños.
  • Garantizar que los organismos políticos identifiquen las principales causas de la inseguridad alimentaria y desarrollen respuestas integrales para abordar los problemas socioeconómicos transversales.

Principales instrumentos internacionales y jurídicos

La Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño define el derecho a una nutrición adecuada como un derecho humano fundamental, ya que es imprescindible para poder disfrutar de otros derechos y libertades. A pesar de ello, el marco internacional de directrices y normativas está fragmentado.  

El Comité de los Derechos del Niño ha emitido numerosas recomendaciones generales en las que insta a los Estados miembros a combatir la malnutrición y a crear entornos alimentarios saludables; estas recomendaciones se complementan con las Directrices voluntarias en apoyo de la realización progresiva del derecho a una alimentación adecuada en el contexto de la seguridad alimentaria nacional, elaboradas por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación. l. A pesar de su carácter «voluntario», estas directrices son las principales herramientas internacionales diseñadas para apoyar a los estados en el diseño y la implementación de programas y políticas contra la inseguridad alimentaria (UNICEF, 2019).  

A un nivel más amplio, existen varios instrumentos internacionales y jurídicos clave que reconocen y responden al derecho de los niños a la alimentación, entre los que se destacan:  

  1. Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño  
  2. Carta africana sobre los derechos y el bienestar del niño  
  3. Observación general n. º 15 (2013) sobre los derechos del niño al disfrute del más alto nivel posible de salud (artículo 24) 
  4. Observación general n. º 16 (2013) sobre las obligaciones del Estado en relación con el impacto del sector empresarial en los derechos del niño
  5. Principios rectores de las Naciones Unidas sobre las empresas y los derechos humanos  
  6. Directrices de la OCDE para empresas multinacionales sobre la conducta empresarial responsable  
  7. Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales  
  8. Declaración Universal de los Derechos Humanos

Escrito por Vanessa Cezarita Cordeiro 

Revisado internamente por Aditi Partha

Traducido por Celia Martínez Coronado

Corregido por Desirée Riñé Prados

Última actualización el 6 de octubre de 2024

Referencias:

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